domingo, 4 de septiembre de 2011
No hay un camino a la felicidad, la felicidad es el camino.
Me niego a aceptar todo aquello que se nos da hecho. Me niego a lo fácil. En la vida, sólo merecen la pena aquellas cosas que avivan nuestra mente, nos moldean el alma y nos hacen dejarnos la piel en ello. Vale la pena el llanto, la sangre y la desesperación. Incluso vale la pena el dolor, pues si se soporta, ¿Qué mejor recompensa que eso? Pobres aquellos que no poseen motivos para llorar, ingenuos aquellos a los que la vida sólo les sonríe, pues tiene mucho más mérito aquel que después de llorar y sangrar y gritar y desesperarse, ríe, que aquel que ríe sin más.
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echaba de menos estas entradas tuyas Sofi... :)
ResponderEliminarEsto le va perfecto al dicho de "quien no llora no mama". Y es que sin duda hay que sacrificarse y el resultado será siempre más placentero. Bonito blog, te sigo. ¡Un abrazo!
ResponderEliminarVerdades como puños, Sofía. Me encantas. Un besazo
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